Artículo publicado en el Diario Información el 22/12/22
Hoy es el día de la Salud o el premio de consolación para quienes no nos han tocado un pellizco en el sorteo más importante que celebra las Loterias del Estado. El Gordo de Navidad es más que un sorteo porque supone una revolución social donde cualquier colectivo o grupo social ha adquirido un número que ofrece con tesón. Raro sería si en estas últimas semanas no le hayan ofrecido un décimo o participación, formar parte de una porra del trabajo o algún cartel ofreciendo el número del lugar.
Aunque hagamos la adquisición sabiendo de la imposibilidad de ser agraciados con el Gordo, siempre queda saber que se ha colaborado con un colectivo, se colabora con la Hacienda Pública o se forman parte de la ilusión de quienes sí le ha tocado o aspirar a tener una mejor salud.
En el terreno político también parece habernos tocado un Gordo y este bastante gordo, permítanme la redundancia. Porque, en el ambiente político sigue la crispación aumentando los decibelios sin saber cuando el sonómetro va a explotar. Y parece que cada día que pasa aumenta el disparate del día anterior.
Hay quien parece que piensa que el votante no tiene memoria y que todo lo que está pasando no va a tener repercusiones políticas. También, quien crea por encima de todo de la fidelidad del voto de “los suyos”. Sin embargo, las tendencias sociológicas demuestran todo lo contrario.
En primer lugar, la ciudadanía detesta la confrontación política y así se demuestra en múltiples estudios. La confrontación política y el “y tú más” es algo que no es constructivo. Los debates estériles, la agresividad y las subidas de tono sólo confrontan los votantes más definidos pero no una cada vez mayoría que sabe lo que vota y que cada vez más, vota diferente según la elección en función de la situación. La percepción muchas veces no es la realidad, y ahí entra en juego la comunicación política y los equipos de campaña donde cada uno intenta llevarse a su terreno de juego a los indecisos que al fin y al cabo, son quienes dan a un lado u otro de la balanza, el resultado a izquierda o a derecha.
En segundo lugar, la polarización política moviliza a los votantes más definidos pero también estos votantes cada vez tienen una menor importancia en términos electorales. Si bien es cierto que hace unos años no se sabía ni la urna de lo que se iba a votar, nuestra democracia ya supone la cuarentena y la cultura democrática que algunos pretenden que se parezca más a los populismos sudamericanos que a una democracia europea moderna, ya tienen un mayor conocimiento.
En tercer lugar, muchas veces se presupone la fidelidad al voto de esos bloques pero también, las últimas tendencias demuestras que no. El votante quiere sentirse definido con las propuestas políticas que elige. Que sus ideas se vean reflejadas en los programas políticos. Por ello, en la micropolítica hay una clave especial puesto que trasladar las preocupaciones sociales a proyectos políticos es lo que da solvencia a la persona que pretende presentarse a unas elecciones.
Por ello, traicionar las propuestas políticas que se hicieron a la hora de concurrir a unas elecciones o a las promesas políticas que se hicieron, es algo que pesa en la toma de decisión del voto. También, las tendencias sociales demuestran que el voto cada vez más suele decirse en la última semana que se celebran los comicios. Por lo que las campañas políticas son una carrera de fondo y la campaña electoral que reduce la LOREG a dos semanas cada vez se traduce en una campaña que inicia con el mandato institucional.
El Gordo de Navidad ya les tocó a algunos. Otros esperamos un mayor fortalecimiento del Estado, el respeto a las instituciones democráticas y a la convivencia y concordia social.
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